arte
Pablo Edelstein, escultor.
Siete décadas de aprendizaje, enseñanza, experimentación y compromiso artístico
En el campo artístico argentino, Pablo Edelstein fue reconocido, principalmente, como escultor y con una fuerte inclinación hacia la cerámica. Durante siete décadas, desde mediados de los años 40 hasta su fallecimiento, el artista se mantuvo activo, no solo a partir de su temprana inserción en el circuito de las principales galerías porteñas y de sus estrechos vínculos con destacados artistas y teóricos, sino también como docente y propulsor de la institucionalización del arte cerámico. Su producción siempre estuvo dentro de los cánones de una representación realista con eje en la figura humana con preeminencia de la femenina, los animales, el paisaje y la cinta de Moebius. Desde su infancia y juventud europea tuvo conocimiento de la historia del arte en general y de las vanguardias históricas en particular, y luego en la Argentina se relacionó con destacados artistas, algunos de los cuales impulsaron rupturas locales.
A pesar de su consecuente recorrido por la figuración, el artista no dudó en extremar sus límites hasta llevarla en ocasiones al umbral de la abstracción, a partir del permanente deseo de experimentar con la materia. En todo momento, asimismo, el proceso y la técnica constituyeron los ejes conductores de su aprendizaje, creaciones y enseñanza.
Sus inicios: formación e inserción
En 1944 se instaló en la Ciudad de Buenos Aires, renunciando a la vida de estanciero, con la firme convicción de emprender su camino artístico. “Yo a los 27 años, me volqué con toda pasión y energía a expresarme por este medio”. 1 Si bien Edelstein había concurrido a cursos de arte de manera paralela a su formación agraria, el bagaje principal era la fuente visual de las visitas a diversos museos de Europa desde muy pequeño y la vasta colección de libros de arte heredados de su madre.
Debido a los cambios de residencia y al no haber realizado sus estudios en la Argentina, Edelstein estaba imposibilitado de concurrir a escuelas oficiales de Bellas Artes. Sin embargo, esto no fue un impedimento para comenzar con su formación local. El primer paso fue la concurrencia durante dos años al taller de Jorge Larco, reconocido acuarelista y recordado escenógrafo.2
Por recomendación de Larco, Pablo se anota en la Escuela Libre de Artes Plásticas Altamira,3 también llamada Academia Altamira. Esta escuela, por fuera de las oficiales, reunió un cuerpo docente integrado por Jorge Romero Brest en historia del arte y estética, su hermano Antonio en anatomía artística, Jorge Larco en acuarela, Raúl Soldi en pintura, Lucio Fontana en escultura, más Emilio Pettoruti y Laerte Baldini.4
Edelstein participaba en la periferia de la formación académica, lo cual, paradójicamente, le permitió estar rodeado de los artistas e intelectuales que marcarían la vanguardia de una época.
Es en esta institución, y sobre todo en el taller de escultura al cual asistía Pablo, donde circula por primera vez la copia del Manifiesto Blanco, que constituye un antecedente de los manifiestos espacialistas de Lucio Fontana. En 1930, como recuerda Vilma Villaverde, Lucio Fontana crea la “cerámica abstracta”, la cual lo llevó luego al Manifiesto Blanco de 1946.5 El manifiesto lo firman todos menos Fontana y Edelstein. Este último argumentó que no se sentía maduro para apoyarlo y que no quería comprometerse con pensamientos ajenos.
“Viendo trabajar a Fontana tomé por primera vez conciencia de la importancia de lo gestual”, recordaba Pablo, destacando que en las clases el maestro trabajaba a la par de sus alumnos mientras se hablaba de arte. Un método que él también emplearía años después en sus clases de escultura.
En este contexto, Edelstein se apasiona con la cerámica, la arcilla, la tierra. De estos años son las esculturas Agnes (mujer sentada) (1946) y El labrador (1948), donde la textura de la arcilla se despoja de todo acabado impecable dando paso a la simpleza de la materia y a la huella del artista.
La gestualidad en la obra.
Una enseñanza signada por su amigo y maestro Lucio Fontana
Edelstein inicia su experimentación en esta noble y no siempre suficientemente valorada disciplina en coincidencia con la incipiente profesionalización de la cerámica en la Argentina. Recién en los años 30 se crea la primera escuela de cerámica fundada por el ceramista español Fernando Arranz.6
Al poco tiempo del cierre de la Escuela de Altamira, Fontana se traslada a Milán, donde planeaba quedarse un año, pero la estadía se transformó en permanente. Durante casi veinte años, Edelstein y Fontana mantuvieron correspondencia e, incluso, compartieron unos meses en Italia. La relación de amistad y de discípulo/maestro continuó hasta la muerte de Fontana.
“Quisiera destacar que al instante que conocí a Lucio, tenía la certeza de que había encontrado a un maestro y amigo paternal en cuya compañía podía recibir insospechadas enseñanzas y revelaciones”, decía Pablo.7 El intercambio epistolar entre ellos funcionaba, en muchas ocasiones, como una clínica artística a distancia y constituye una crónica de época.
En las primeras cartas (1949), intercambian cuestiones específicas sobre la cerámica respecto del empleo de esmaltes, la técnica del humo, colores de pigmentos, acabados y lustres, en tanto comentan exposiciones significativas, publicaciones, visitas de artistas argentinos a Italia,8 y se pasan noticias de amigos en común como Raúl Soldi y Santiago Cogorno. También discuten de arte, del devenir de sus propias producciones, del ambiente artístico en Buenos Aires, los salones, las muestras en galerías y se envían recortes de prensa, libros y fotos.
Ese mismo año, Pablo expone por segunda vez en la Galería Müller. Su inserción dentro de las galerías que se iban posicionando en el centro porteño es acelerada teniendo en cuenta que recién en 1944 empezó su profesionalización en el arte. Edelstein escribe el texto del folleto y asienta su posición como artista al decir: “Vivir con ARTE es VIVIR conscientemente, es vivir transformando y siendo transformado”. En esta ocasión presenta veintinueve obras, entre yesos, bronces y cerámicas. Fontana, al recibir el folleto de la muestra, se alegra de los pasos de su alumno y de su avance en la técnica: “Veo que Ud. se ha hecho un verdadero ceramista. Ud. sabe que yo de técnica no sé mucho, me interesa más el hecho escultural en la cerámica”.9
La muestra en Müller tuvo muy buenas críticas y, a partir de ella, se inscriben varias alumnas en el taller de Edelstein. Empezaba lo que sería su extensa trayectoria docente. Años más tarde, en 1957, ingresa como profesor en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, y se desempeña como jefe del Departamento de Escultura durante treinta años.10
Las cartas de principios de la década del 50 giran en torno al Premio Palanza, debido a que Fontana es invitado a participar y Edelstein se encarga de toda la gestión, incluso de recibir el premio. Mientras tanto, su trabajo es intenso y sus cerámicas se multiplican. Se hace visible la gestualidad en la aplicación de la arcilla, consiguiendo una rusticidad que realza la cualidad táctil del material. Los temas se repiten y son la excusa del artista para experimentar. La musculatura o “la arquitectura viviente”, como decía Pablo, ya sea de toros o caballos (tan bien conocida de sus años de agrónomo) y la anatomía humana eran medios para entrelazar formas y texturas.
El 19 de marzo de 1951, Edelstein emprende un viaje a Italia para encontrarse con Fontana.
Pablo vuelve a la Argentina con muchas expectativas de trasladar a su trabajo la experiencia incorporada en el viaje, durante el cual conoció a ceramistas amigos de Fontana como Tullio Mazzotti y Agenore Fabbri. Entre sus recuerdos atesoraba la visita al Museo Grenoble en París y la posibilidad de haber visto las cerámicas de Georges Rouault. Y, sobre todo, regresa con el propósito de embarcarse en el proyecto de abrir una fábrica de micro-azulejos. Durante su viaje a Italia pudo visitar la fábrica de cerámicas Joo, lo cual le sirvió para conocer más sobre el rubro.
Finalmente, en 1954, Edelstein logra instalar la fábrica en Boulogne, provincia de Buenos Aires, y llevar su “pintura informalista” –tal como la definía el artista– La Cascada (1962) a la fachada del edificio ubicado en la calle José Hernández y Arribeños, en el barrio de porteño de Belgrano. La composición del revestimiento del edificio de azulados tintes y matices en degradé forma un gran tapiz que lo acerca a la geometría sensible de Alejandro Puente y de César Paternosto, donde los sistemas propios de nuestras raíces precolombinas son recuperados.
Además de incursionar en la industria cerámica, su compromiso con la disciplina lo llevó a involucrarse en la fundación del Centro Argentino de Arte Cerámico. Edelstein fue socio fundador y honorario de esta institución, cuyo objetivo principal radicó en nuclear a artistas ceramistas y crear un salón nacional de Cerámica.11 En 1958, el artista participa como jurado del Primer Salón Anual de Arte Cerámico.
Años 60 y 70. Esplendor de la cerámica.
Retratos y experimentación
La vital y expansiva década del 60 para las artes visuales en la Argentina, que tuvo como perfil más visible la ebullición de la vanguardia reunida en el célebre Instituto Torcuato Di Tella, fue también un momento de esplendor para la cerámica. En 1960 se lleva a cabo el Premio “Marcelo de Ridder” a los Jóvenes Ceramistas Argentinos12 y, dos años después, el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires es sede del V Salón Anual de Cerámica y del Primer Salón Internacional de Cerámica Contemporánea.13
En 1962, Edelstein introduce en su producción el tema de la cinta de Moebius –de gran atracción para varios artistas, entre ellos la brasileña Lygia Clark– en su escultura Doble cinta de Moebius, en chapa de hierro galvanizado y también en acero inoxidable, el cual retomará décadas después, debido a su interés por la matemática y la geometría. Se trata de una figura tridimensional que modifica el modo euclidiano de representar el espacio, poniendo en cuestión oposiciones binarias. Hacia el final de esta década, Pablo realiza una de sus series de esculturas más emblemáticas: la de las cabezas, en chamotte, retratando a personalidades contemporáneas del ámbito de la cultura argentina más un autorretrato. Entre todos los materiales, el artista elegía en primer lugar la cerámica porque decía que esta le había dado las “mayores posibilidades para trabajar las cosas en una forma muy personal”.14 A su vez, le interesaba la transformación que se produce en el retrato. Para realizar estos bustos de escritores, escultores, críticos, pintores y otras personalidades sociales hacía dibujos yendo a sus casas y observándolos desde diferentes ángulos, pero sin hacerlos posar: Antonio Berni, Romero Brest, Juan Carlos Castagnino, Cogorno, Manuel Mujica Lainez, Libero Badii, Soldi, Ricardo Garabito, entre otros. En la misma entrevista, el artista comentaba: “me interesa subrayar las características viendo su carácter, su forma de ser, después en el taller, con ese recuerdo y con los bocetos voy armando, reconstruyo”.15 Una “reconstrucción” guiada por la materia trabajada con gran libertad y logrando sorprendentes texturas a partir del modelado de diversas formas. Las cabezas de los pintores Horacio Butler y Leopoldo Presas se erigen por la yuxtaposición de formas de chorizos que generan acentuados vacíos y llenos, luces y sombras, ofreciendo una enigmática visión de la representación. En el caso de las de Vicente Forte y Soldi, por ejemplo, prevalecen formas aplanadas e irregulares unidas a manera de collage, logrando una percepción visual cercana al impresionismo. Edelstein suma incisiones, superposiciones, entrelazamientos. Su galería de cabezas inmortaliza a los protagonistas en sus gestos singulares y humanos recurriendo al retrato escultórico con su estela en la historia del arte –en un primer momento trazamos una línea hacia el busto de la antigua Roma republicana– y eternizando, a su vez, sus creaciones. En el catálogo de la exposición en la porteña Galería Rubbers, en 1970, Pablo expresa sobre sus retratados: “A medida que busco el sentido de mi propia existencia van destacándose a mi alrededor, cada vez con más intensidad, los perfiles de los seres que me rodean y de los cuales quiero plasmar no solo su físico, sino su espíritu, su carácter y su destino infinito”.16
En 1971, el artista obtiene el Premio Adquisición en la Exposición de Esculturas organizado por la empresa Cinzano y el gobierno de la Provincia de Mendoza, por su escultura La Vendimia realizada en diez piezas. Una dimensión novedosa dentro de su producción dominada por el pequeño formato, en gran parte debido a los condicionamientos impuestos por la técnica de la cerámica. En la primera mitad de esta década, Edelstein asiste como alumno al taller de la reconocida ceramista Mireya Baglietto para tomar clases de esmaltes y engobe. La artista recuerda: “De Pablo Edelstein puedo hablar de su talento y de su don de gente, la suma de ambas capacidades da un resultado inefable. Era un escultor que abrazó la cerámica como materia y la incorporó a sus obras sin transgredir su esencia escultórica, desde este punto de vista era un escultor que hacía cerámica. Yo tuve el honor de tenerlo como alumno de los cursos de esmaltes para profesionales que daba hace algo más de cincuenta años, su presencia, sin duda alguna, jerarquizaba al grupo con comentarios pausados, amables e inteligentes”.17
Al avanzar en su producción en el tiempo, se sigue evidenciando la maleabilidad del artista para trabajar un mismo tema con diferentes materiales, técnicas y planteos compositivos. En las esculturas Torso, Abrazo y Mujer al Sol Grande (todas en terracota, realizadas entre 1978 y 1979), presentes en la exposición en la Galería Martha Zullo, en 1980,18 cada fragmento de materia deviene un volumen geométrico de líneas curvas articulado con otro hasta lograr una conmovedora expresividad. Resuenan las palabras del crítico Guillermo Whitelow al respecto, quien señalaba “cierto latente primitivismo, cierta tosquedad buscada”.19 Torso, otra terracota, revela con gran intensidad cómo la materia, la forma, el proceso creativo y la técnica pueden coexistir a la vez y en una misma jerarquía.
En Desnudo pensando en Modigliani (1985), la arcilla se constituye en placas o gajos unidos de manera articulada. Lo mismo sucede en El sueño de Gustavo Courbet (1987), donde, sin embargo, esas placas reciben un acabado en esmalte y un cromatismo que modifican por completo su textura y percepción matérica. Ambos títulos posibilitan seguir la mirada del artista hacia dos nombres de la historia del arte europeo, el de un representante de la vanguardia ligado al retrato y a la figura humana, en el primer caso, y el del máximo representante del realismo, en el segundo caso.
“Me gusta experimentar. Con el mármol, por ejemplo, no he trabajado dejando volumen sino ensamblando, que ya en sí es una forma de collage”, expresaba Edelstein.20 Alejado de la ortodoxia renacentista, el mármol en sus manos se emparentó de manera magistral con esa forma compositiva nacida de la vanguardia –el collage– dando lugar a piezas como Toro, de 1970.
A su vez, en Calzándose, escultura en cerámica esmaltada de 1987, la posición de la figura femenina lleva retrospectivamente hacia El labrador, de 1948, y permite proyectar esas tiras aplanadas hacia su desarrollo posterior con relación a la cinta de Moebius. En 1987, el artista incorpora la informática en su proceso creativo. Recurría a la fotografía digital para probar desde distintos ángulos nuevas formas, colores y contrastes de luz.
Años 1990-2000, un cambio de siglo, materiales y escala
En 1992, Edelstein recibe el Diploma al Mérito en Cerámica, otorgado por la Fundación Konex. Una importante distinción que lo destaca como ceramista y difusor de esta disciplina en sus más de treinta años de docencia.
Durante las últimas décadas de su trayectoria, Pablo realizó cuantiosas exposiciones individuales tanto en la Argentina como en el Uruguay, hasta llegar a su última y consagratoria muestra en el Centro Cultural Recoleta, en 2007.21 Con curaduría de Raúl Santana,22 se presentan en esta oportunidad más de treinta obras en chapa, bronce y acero inoxidable, junto a una serie de tintas, que resumen sus años más recientes de producción. Es notorio el cambio de escala en esta época, posible a partir del uso del metal. De sus pequeñas cerámicas pasa a doblegar este material en medianas y grandes extensiones, por lo que debe recurrir a talleres industriales.
Edelstein modela la chapa como modela la arcilla. Si en esta rescataba la sencillez del barro y su textura rudimentaria, en el metal busca realzar el efecto que produce al doblarlo, plisarlo o enroscarlo y el impacto de la luz sobre este. El artista siempre sostuvo su búsqueda de “la cualidad táctil del material”. Con las láminas metálicas y la luminosidad reforzada con el lustre del acero, Edelstein consigue una ingravidez que la pesadez de la masa no le permitía.
La concepción de la obra se inicia en los bocetos previos, a veces dibujos, otras veces pinturas y también collages o pequeñas maquetas en cartulina. El proceso de trabajo como la parte de mayor disfrute, en el que tanto insistía Pablo, es evidente en estas producciones.
Sin perder la figuración completamente, en las obras de estos años, el artista parte de motivos antropomorfos, que luego somete a un proceso de abstracción logrando una síntesis lineal. Así, tréboles, origamis y cinta de Moebius surgen a partir de espacios internos y externos, formas ondulantes y angulosas.
Las esculturas cerámicas continúan paralelas a sus producciones en metal. Las figuras, mujeres o animales, se componen de planchas de arcillas que se van articulando, mecanismo que se replica en los collages de esos años. “Habiendo manejado durante muchos años la arcilla, el mármol, la fundición en bronce, la cera, el yeso, el cemento y el poliestireno expandido, el cambio de material me ha permitido explorar nuevas posibilidades de estructuras al renunciar a los volúmenes y dando preeminencia a superficies curvas” ,23 expresaba el artista.
Pablo no cesó de trabajar en su obra hasta el final. En sus últimas producciones, casi exclusivamente collages, retoma el homenaje a Antonio Canova, uno de sus escultores predilectos.24 El escultor italiano, ejemplo del ideal neoclásico, supo mostrar la sensualidad de los cuerpos en sus tallas de mármol. Un tríptico en collage, más cercano a un boceto de posible relieve, sintetiza temáticas, formas y composiciones que podemos encontrar en su extensa trayectoria.
Sin dudas, el universo artístico de Pablo Edelstein, atravesado por su calidez y empatía, nos recuerda en esta convulsionada e incierta tercera década del siglo XXI que el arte es un horizonte de encuentro, belleza y conocimiento confiable para quien vaya hacia él con trabajo y entrega.
Referencias
1 Entrevista realizada por Verónica Edelstein a su padre Pablo Edelstein, Buenos Aires, 31 de julio de 2002.
2 Jorge Larco. Acuarelista, ilustrador y decorador (Buenos Aires 1897-1967). Profesor en las Escuelas Nacionales de Bellas Artes.
3 Financiada por Gonzalo Losada, reconocido editor español que llegó a la Argentina exiliado, escapando del franquismo.
4 Edelstein decía: “era un grupo de amigos que desde mucho tiempo se profesaban una mutua estima, aunque defendían estéticas diversas”.
5 Villaverde, Vilma. Arte cerámico en Argentina. Un panorama del siglo XX. Buenos Aires, Editorial Maipue, 2014, p.65.
6 Villaverde, Vilma. Arte cerámico en Argentina. Un panorama del siglo XX. Buenos Aires, Editorial Maipue, 2014, p.28.
7 Manuscrito de Pablo Edelstein a Teresita Rasini Fontana, sin fechar, circa 1987.
8 En esos años, Italia era el destino elegido de varios artistas pintores como Emilio Pettorutti, Antonio Berni, Santiago Cogorno, entre otros.
9 Carta de Lucio Fontana a Pablo Edelstein, Milán, 9 de octubre de 1949.
10 María Martha Pichel, una de las tantas alumnas de Edelstein, sostiene: “la mirada fue el mayor legado que Pablo transmitió”, y recuerda que sus clases eran una especie de “laboratorio”. “El mayor goce que un artista puede experimentar es disfrutar del proceso creativo”, eso que sostuvo Pablo a lo largo de toda su carrera y que supo transmitir a sus alumnos.
11 En 1958 se funda el CAAC (Centro Argentino de Arte Cerámico). Entre los socios fundadores se encontraban Aída Carballo, Ana Mercedes Burnichón, Roberto Obarrio, José María Lanús y Marciano Longarini.
12 Villaverde, Vilma. Arte cerámico en Argentina. Un panorama del siglo XX. Buenos Aires, Editorial Maipue, 2014, p.161.
13 De Carli, Ernesto. Crónica del Centro Argentino de Arte Cerámico, 1958-1998.
14 Padilla, Alejandra. “Entrevista al artista plástico Pablo Edelstein”. Trabajo monográfico. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2007.
15 Ibídem.
16 Pablo Edelstein. Esculturas (cat. exp.), Buenos Aires, Galería Rubbers, 15 al 29 de abril de 1970.
17 Entrevista con la artista, Buenos Aires, junio 2001.
18 Pablo Edelstein. Pinturas y terracotas, (cat. exp.). Buenos Aires, Galería Martha Zullo, 18 de septiembre al 9 de octubre de 1980.
19 40 Escultores Argentinos, Buenos Aires, Ediciones Actualidad en el Arte, 1988. Pág. 269.
20 Padilla, Alejandra. “Entrevista al artista plástico Pablo Edelstein”. Trabajo monográfico. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2007.
21 Pablo Edelstein. Esculturas en chapa metálica (cat. exp.). Buenos Aires, Centro Cultural Recoleta, 23 de febrero al 18 de marzo de 2007.
22 Recientemente fallecido, Raúl Santana fue una figura importante en el campo artístico argentino. Crítico de arte, escritor y curador. Director del Museo de Arte Moderno y el Palais de Glace.
23 Pablo Edelstein, en el archivo del artista.
24 El escultor italiano, ejemplo del ideal neoclásico, supo mostrar la sensualidad de los cuerpos en sus tallas de mármol. Ya en 1989 Pablo había realizado la escultura Amor y psiquis, directa alusión a una de las obras más conocidas del escultor.